LA
MADUREZ
Jesús
dijo: “Sed perfectos así como vuestro Padre celestial es
perfecto”.
Una de las áreas que Dios
quiere es que sus hijos conozcan, es que su voluntad comprende también un
llamado a la madurez.
Muchos
cristianos viven vidas sin fruto, o sin satisfacciones personales porque sus
vidas no enmarcadas u orientadas hacia la madurez.
Cuando
la Biblia de ella, nos habla de perfección. La palabra griega que nos habla de
perfección, significa madurez.
La madurez es aquel grado
alcanzado de juicio, sensatez, prudencia, experiencia, conocimiento, práctica,
sabiduría. Es decir, es un grado alcanzado como fruto de un proceso
integral.
Una de las personas que tocó
este punto de manera profunda es el apóstol Pablo. Pablo a través de su carta
dirigida a la iglesia de Corinto nos muestra lo que es y lo no es la madurez en
la vida de un cristiano.
En
I Corintios 1:4-7, nos
enseña que la iglesia de Corinto era una comunidad donde la manifestación
sobrenatural no faltaba. Pablo dice: “en todo fuisteis enriquecidos en él, en
toda palabra y en toda ciencia”,
más adelante señala “ningún
don os falta”.
Sin
embargo, a partir del verso 10 evidencia las falencias y debilidades que tenían,
pues Pablo invoca “ que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis
perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo
parecer”.
Esto
nos enseña, que la madurez no es signo de “manifestaciones”, sino de carácter.
El tener dones no hace a un creyente maduro, tampoco el grado de conocimiento de
las escrituras (si bien es importante), pero no es lo que forja en nosotros
madurez. Esta iglesia estaba llena de disensiones y conflictos
internos.
Pablo
invoca una unidad en perfección, es decir, vidas caminando en una real madurez
cristiana, de pensamiento, palabra y de hecho. Dios quiere que entendamos que
ello se forja sólo cuando estamos dispuestos a vivir vidas enseñables,
sensibles, abiertas al trato del Espíritu Santo.
Mucha
gente desea madurez pero sin asumir responsabilidad. Esto impide nuestro
crecimiento.
En
I Corintios 3:1-3 Pablo nos muestra que no madurar, nos
lleva a estancarnos en una edad espiritual, y esto afecta toda nuestra
experiencia de vida.
Pablo
señala que no puede hablar con ellos en términos espirituales, sino en términos
carnales. La iglesia vivía un estilo “carnal de vida”, sólo eran capaces de beber leche
espiritual, es decir el tipo de alimento que un bebé
ingiere.
¿Acaso no tenían
manifestaciones?, sí, pero no eran maduros. Podemos tener aparentemente todas
las cosas, pero si no tenemos madurez no tenemos desarrollo, no podremos
alcanzar la plenitud. Efesios 4:13 dice “hasta que todos
lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo”.
Jesucristo ejemplo de una
vida madura
Jesucristo alcanzó la
madurez en todas las áreas de su vida: familiar, académica, laboral,
ministerial.
En lo familiar, fue un hijo
obediente, sometido a la autoridad de sus padres, responsable de sus
actos.
En lo académico, Jesucristo
enseñaba con autoridad y revelación del Espíritu Santo.
En lo laboral desempeñó el
oficio de carpintero con excelencia.
En lo ministerial cumplió
cabalmente la voluntad del Padre al ofrendar su vida por todos
nosotros.
Dios nos ha dado la libertad
de decidir, qué tipo de vida queremos llevar, ¿aquella que anhela crecer cada
día y madurar?, o aquella que vive en un conformismo
total.
Dios te
bendiga
JUAN & MALENA TISZA
Ministerio de Jóvenes
Adultos